Inteligencia emocional
La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.
Contenido[ocultar] |
[editar]Orígenes del concepto
El uso más lejano de un concepto similar al de inteligencia emocional se remonta a Charles Darwin, que indicó en sus trabajos la importancia de la expresión emocional para la supervivencia y la adaptación. Aunque las definiciones tradicionales de inteligencia hacen hincapié en los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad de resolver problemas, varios influyentes investigadores en el ámbito del estudio de la inteligencia comienzan a reconocer la importancia de la ausencia de aspectos cognitivos. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas.1 David Wechsler en 1940, describe la influencia de factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente, y sostiene, además, que nuestros modelos de inteligencia no serán completos hasta que no puedan describir adecuadamente estos factores.
En 1983, Howard Gardner, en su Teoría de las inteligencias múltiples Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences2 introdujo la idea de incluir tanto la inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) y la inteligencia intrapersonal (la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios). Para Gardner, los indicadores de inteligencia, como el CI, no explican plenamente la capacidad cognitiva.3 Por lo tanto, aunque los nombres dados al concepto han variado, existe una creencia común de que las definiciones tradicionales de inteligencia no dan una explicación exhaustiva de sus características.
El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la inteligencia emocional, de 1985.4 Sin embargo, el término "inteligencia emocional" había aparecido antes en textos de Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE, seguido por Salovey y Mayer (1990) y Goleman (1995).
La relevancia de las emociones en los resultados del trabajo, la investigación sobre el tema siguió ganando impulso, pero no fue hasta la publicación del célebre libro de Daniel Goleman: Inteligencia Emocional: ¿Por qué puede importar más que el concepto de cociente intelectual?, que se convirtió en muy popular.5 Un relevante artículo de Nancy Gibbs en la revista Time, en 1995, del libro de Goleman fue el primer medio de comunicación interesado en la IE. Posteriormente, los artículos de la IE comenzaron a aparecer cada vez con mayor frecuencia a través de una amplia gama de entidades académicas y puntos de venta populares.
Para comprender el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— debemos considerar la forma en que ha evolucionado elcerebro.6
La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, que regula las funciones vitales básicas, como la respiración o el metabolismo, y lo compartimos con todas aquellas especies que disponen de sistema nervioso, aunque sea muy rudimentario. De este cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante: el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.7
El neocórtex permite un aumento de la sutileza y la complejidad de la vida emocional, aunque no gobierna la totalidad de la vida emocional porque, en estos asuntos, delega su cometido en el sistema límbico. Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.8
- La sede de las pasiones
La amígdala cerebral y el hipocampo fueron dos piezas clave del primitivo «cerebro olfativo» que, a lo largo del proceso evolutivo, terminó dando origen al córtex y posteriormente al neocórtex. La amígdala está especializada en las cuestiones emocionales y se la considera una estructura limbica muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria.9 Constituye una especie de depósito de la memoria emocional.10 Es la encargada de activar la secreción de dosis masivas de noradrenalina, que estimula los sentidos y pone al cerebro en estado de alerta.11
LeDoux descubrió que la primera zona cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo y, a partir de ahí y a través de una sola sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la señal hasta el neocórtex —el cerebro pensante—, permitiendo que la amígdala comience a responder antes de que el neocórtex haya ponderado la información.12 Según LeDoux: «anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen ciertas reacciones y recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor participación cognitiva consciente».13
- La memoria emocional
Las opiniones inconscientes son recuerdos emocionales que se almacenan en la amígdala. El hipocampo registra los hechos puros, y la amígdala es la encargada de registrar el «clima emocional» que acompaña a estos hechos.14 Para LeDoux: «el hipocampo es una estructura fundamental para reconocer un rostro como el de su prima, pero es la amígdala la que le agrega el clima emocional de que no parece tenerla en mucha estima». Esto significa que el cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para los hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional.15
- Un sistema de alarma anticuado
En el cambiante mundo social, uno de los inconvenientes de este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de la deseable, el mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto. La amígdala examina la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado, utilizando un método asociativo, equiparando situaciones por el mero hecho de compartir unos pocos rasgos característicos similares, haciendo reaccionar con respuestas que fueron grabadas mucho tiempo atrás, a veces obsoletas.16
En opinión de LeDoux, la interacción entre el niño y sus cuidadores durante los primeros años de vida constituye un auténtico aprendizaje emocional, y es tan poderoso y resulta tan difícil de comprender para el adulto porque está grabado en la amígdala con la tosca impronta no verbal propia de la vida emocional. Lo que explica el desconcierto ante nuestros propios estallidos emocionales es que suelen datar de un período tan temprano que las cosas nos desconcertaban y ni siquiera disponíamos de palabras para comprender lo que sucedía.17
- Cuando las emociones son rápidas y toscas
La importancia evolutiva de ofrecer una respuesta rápida que permitiera ganar unos milisegundos críticos ante las situaciones peligrosas, es muy probable que salvaran la vida de muchos de nuestros antepasados, porque esa configuración ha quedado impresa en el cerebro de todo protomamifero, incluyendo los humanos. Para LeDoux: «El rudimentario cerebro menor de los mamíferos es el principal cerebro de los no mamíferos, un cerebro que permite una respuesta emocional muy veloz. Pero, aunque veloz, se trata también, al mismo tiempo, de una respuesta muy tosca, porque las células implicadas sólo permiten un procesamiento rápido, pero también impreciso», y estas rudimentarias confusiones emocionales —basadas en sentir antes que en pensar— son las «emociones precognitivas».18
- El gestor de las emociones
La amígdala prepara una reacción emocional ansiosa e impulsiva, pero otra parte del cerebro se encarga de elaborar una respuesta más adecuada. El regulador cerebral que desconecta los impulsos de la amígdala parece encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al neocórtex, en el lóbulo prefrontal. El área prefrontal constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y proporcionada. El lóbulo prefrontal izquierdo parece formar parte de un circuito que se encarga de desconectar —o atenuar parcialmente— los impulsos emocionales más perturbadores.19
- Armonizando emoción y pensamiento
Las conexiones existentes entre la amígdala (y las estructuras límbicas) y el neocórtex constituyen el centro de gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta vía nerviosa explicaría el motivo por el cual la emoción es fundamental para pensar eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitimos pensar con claridad. La corteza prefrontal es la región cerebral que se encarga de la «memoria de trabajo».20
Cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir que «no podemos pensar bien» y permite explicar por qué la tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales del niño y dificultar así su capacidad de aprendizaje. Los niños impulsivos y ansiosos, a menudo desorganizados y problemáticos, parecen tener un escaso control prefrontal sobre sus impulsos límbicos. Este tipo de niños presenta un elevado riesgo de problemas de fracaso escolar, alcoholismo y delincuencia, pero no tanto porque su potencial intelectual sea bajo sino porque su control sobre su vida emocional se halla severamente restringido.21
Las emociones son importantes para el ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con la mente racional y capacitando —o incapacitando— al pensamiento mismo. Del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento vital está determinado por ambos.22
Daniel Goleman, psicólogo norteamericano, bajo el término de "Inteligencia Emocional" recoge el pensamiento de numerosos científicos del comportamiento humano que cuestionan el valor de la inteligencia racional como predictor de éxito en las tareas concretas de la vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de decisiones, el desempeño profesional, etc. Citando numerosos estudios Goleman concluye que el Coeficiente Intelectual no es un buen predictor del desempeño exitoso. La inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las vicisitudes que se presentan y que es necesario enfrentar para tener éxito en la vida.
La Inteligencia Académica tiene poco que ver con la vida emocional, las personas más inteligentes pueden hundirse en los peligros de pasiones desenfrenadas o impulsos incontrolables. Existen otros factores como la capacidad de motivarse y persistir frente a decepciones, controlar el impulso, regular el humor, evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía, etc., que constituyen un tipo de Inteligencia distinta a la Racional y que influyen más significativamente en el desempeño en la vida.
El concepto de "Inteligencia Emocional" enfatiza el papel preponderante que ejercen las emociones dentro del funcionamiento psicológico de una persona cuando ésta se ve enfrentada a momentos difíciles y tareas importantes: los peligros, las pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, el enfrentar riesgos, los conflictos con un compañero en el trabajo. En todas estas situaciones hay una involucración emocional que puede resultar en una acción que culmine de modo exitoso o bien interferir negativamente en el desempeño final. Cada emoción ofrece una disposición definida a la acción, de manera que el repertorio emocional de la persona y su forma de operar influirá decisivamente en el éxito o fracaso que obtenga en las tareas que emprenda.
Este conjunto de habilidades de carácter socio-emocional es lo que Goleman definió como Inteligencia Emocional. Esta puede dividirse en dos áreas:
Inteligencia Intra-personal: Capacidad de formar un modelo realista y preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios sentimientos, y usarlos como guías en la conducta.
Inteligencia Inter-personal: Capacidad de comprender a los demás; qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse adecuadamente. Capacidad de reconocer y reaccionar ante el humor, el temperamento y las emociones de los otros.
[editar]La naturaleza de la inteligencia emocional
Las características de la llamada inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás.23
- Medición de la inteligencia emocional y el CI
No existe un test capaz de determinar el «grado de inteligencia emocional», a diferencia de lo que ocurre con los test que miden el cociente intelectual (CI). Jack Block, psicólogo de la universidad de Berkeley, ha utilizado una medida similar a la inteligencia emocional que él denomina «capacidad adaptativa del ego», estableciendo dos tipos teóricamente puros, aunque los rasgos más sobresalientes difieren ligeramente entre mujeres y hombres:24
- «Los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados, extrovertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad para comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades, mantienen una visión ética de la vida y son afables y cariñosos en sus relaciones. Su vida emocional es rica y apropiada; se sienten, en suma, a gusto consigo mismos, con sus semejantes y con el universo social en el que viven».
- «Las mujeres emocionalmente inteligentes tienden a ser enérgicas y a expresar sus sentimientos sin ambages, tienen una visión positiva de sí mismas y para ellas la vida siempre tiene un sentido. Al igual que ocurre con los hombres, suelen ser abiertas y sociables, expresan sus sentimientos adecuadamente (en lugar de entregarse a arranques emocionales de los que posteriormente tengan que lamentarse) y soportan bien la tensión. Su equilibrio social les permite hacer rápidamente nuevas amistades; se sienten lo bastante a gusto consigo mismas como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a las experiencias sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el tipo puro de mujer con un elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables o se ahogan en sus preocupaciones».
- «Los hombres con un elevado CI se caracterizan por una amplia gama de intereses y habilidades intelectuales y suelen ser ambiciosos, productivos, predecibles, tenaces y poco dados a reparar en sus propias necesidades. Tienden a ser críticos, condescendientes, aprensivos, inhibidos, a sentirse incómodos con la sexualidad y las experiencias sensoriales en general y son poco expresivos, distantes y emocionalmente fríos y tranquilos».
- «La mujer con un elevado CI manifiesta una previsible confianza intelectual, es capaz de expresar claramente sus pensamientos, valora las cuestiones teóricas y presenta un amplio abanico de intereses estéticos e intelectuales. También tiende a ser introspectiva, predispuesta a la ansiedad, a la preocupación y la culpabilidad, y se muestra poco dispuesta a expresar públicamente su enfado (aunque pueda expresarlo de un modo indirecto)».
Estos retratos, obviamente, resultan caricaturescos pues toda persona es el resultado de la combinación entre el CI y la inteligencia emocional, en distintas proporciones, pero ofrecen una visión muy instructiva del tipo de aptitudes específicas que ambas dimensiones pueden aportar al conjunto de cualidades que constituye una persona. 25
[editar]Véase también
[editar]Referencias
[editar]Notas
- ↑ Thorndike, R.K. (1920). "Intelligence and Its Uses", Harper's Magazine 140, 227-335.
- ↑ Gardner, H. (1983). Frames of mind. New York: Basic Books.
- ↑ Smith, M. K. (2002) "Howard Gardner and multiple intelligences", the encyclopedia of informal education, Downloaded fromhttp://www.infed.org/thinkers/gardner.htm on October 31, 2005.
- ↑ Payne, W.L. (1983/1986). A study of emotion: developing emotional intelligence; self integration; relating to fear, pain and desire. Dissertation Abstracts International, 47, p. 203A. (University microfilms No. AAC 8605928)
- ↑ Goleman, D. (1995). Emotional intelligence. New York: Bantam Books
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 30
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 31
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 34
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 37
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 38
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 40
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 41
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 42
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 44
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 45
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 46
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 47
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. pp. 48-49
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. pp. 50-53
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. pp. 53-54
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. pp. 54-55
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 56
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 61
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 77
- ↑ Goleman: Inteligencia Emocional. p. 78
[editar]Bibliografía
Goleman, Daniel: Inteligencia Emocional. Editorial Kairós. (Junio de 2001) ISBN 84-7245-371-5
Autor: admin 28 enero 2010
A raíz de la publicación de su último libro, Inocencia radical, “La Contra” –la popular sección del periódico La Vanguardia– entrevistó a Elsa Punset. La gestión de las emociones, la necesidad de aprender a reconocerlas, la felicidad y el sentido de la vida son algunos de los temas tratados en la entrevista.
Destacado:
En las escuelas todavía no enseñamos a nuestros niños a gestionar sus emociones; hacerlo reportaría fabulosas bendiciones para ellos y la humanidad.
La tristeza es el temor por una pérdida. Si comprendes eso, lo llevas mejor. Si no, esa tristeza puede agobiarte, angustiarte… y hasta llevarte a medicarte sin necesidad.
Descargar el texto “Ante el mundo hay sólo dos actitudes: o miedo o amor”.
Autor: admin 13 enero 2010
En el programa “Afectos en la noche“, de Radio Nacional, Elsa Punset habló de la superación de obstáculos y la consecución de metas, invitó a la audiencia a poner en práctica las 5 técnicas de Wiseman y puso como ejemplo las vidas de Charlotte Brontë y Franklin Roosevelt.
La intervención de Elsa comienza en el minuto 11.
ShareThis
4 Respuestas to “Elsa Punset habla sobre metas y obstáculos en “Afectos en la noche””
El Amor MADURO, siempre discurre y se hace grande sorteando OBSTACULOS.
SALUD“Síndrome del cuidador”: cuando atender enfermos, enferma
Es un trastorno común que presenta una sintomatología múltiple. Repercute en la vida de la persona de tal forma que puede llevarla a una situación en la que tendrá que dejar de ejercer su ayuda.
Mariana Nisebe
mnisebe@claringlobal.com.ar
Cuando hablamos de enfermedad, lo primero que se piensa es en las “personas enfermas”. Sin embargo, los especialistas aconsejan no olvidar a todos aquellos que dedican una parte muy importante de su tiempo a cuidarlas. Ellos son los encargados de las necesidades básicas y psicosociales del enfermo y pueden sufrir, según un estudio del Hospital Ramos Mejía, “una serie de problemas físicos, mentales, socioeconómicos y la alteración de su capacidad para atender a su asistido a causa de esta labor, definiendo la sobrecarga” o síndrome del cuidador.
Esta pérdida de salud en el “cuidador” presenta una sintomatología múltiple. Entre las áreas más afectadas están: el físico, ya que sufren cansancio, cefaleas y dolores articulares. En lo psíquico: depresión, trastornos del sueño, ansiedad e irritabilidad. En el área social: disminución o pérdida del tiempo libre, soledad y aislamiento. Y en el área laboral: absentismo y desinterés por el trabajo, entre otros. Todas estas alteraciones repercuten en la vida de la persona de tal forma que pueden llevarla a una situación en la que tendrá que dejar de ejercer su papel de cuidador.
Un estudio español sobre el perfil del cuidador afirma que “responde en su mayoría al de una mujer, principalmente hija de la persona atendida, con una edad media de 52 años. Sólo uno de cada diez hijos que se hacen cargo de sus progenitores es varón, una cifra muy inferior a la de los EE.UU. donde uno de cada cuatro hijos dedicados al cuidado de su familiar pertenece al sexo masculino”. Otro dato del informe es que un alto promedio de estas personas dedica más de 40 horas semanales al enfermo. Información más que importante a la hora de evaluar el síndrome, ya que como concluye el informe del Ramos Mejía, “el aumento de la cantidad de horas semanales incrementa el valor de la sobrecarga”.
Este particular fenómeno, básicamente estudiado en cuidadores de pacientes psiquiátricos, es un hecho frecuentemente ignorado por el equipo terapéutico, obviando de esta manera los efectos de esta influencia negativa en el desarrollo del tratamiento, afirma el estudio del Hospital Ramos Mejía. La detección precoz de la sobrecarga, destaca, permite la intervención del equipo de salud en la preservación de la salud del cuidador, identificando sus necesidades concretas. Y de esta manera preservar la salud del enfermo e incluso optimizar la labor del equipo que lo atiende.
Lo ideal, aconsejan los expertos es planificar, desde un primer momento, el futuro de la persona dependiente y/o enferma y el de la propia familia o entorno, pues si bien parece lógico que haya un “cuidador principal”, no debería permitirse la sobrecarga de éste. Para ello, las tareas y responsabilidades deberían estar repartidas. Pero si esto, por la circunstancia que fuera, no se hiciera desde un principio, es muy importante detectar en los cuidadores síntomas que nos hagan sospechar que esta persona puede estar empezando a presentar sobrecarga o que ya la tiene instaurada, e intervenir rápidamente para solucionar el problema.
Entre los principales indicios que presentan los cuidadores con sobrecarga se encuentran la agresividad constante contra los demás, tensión contra los cuidadores auxiliares porque no atienden al enfermo correctamente, impaciencia con el paciente, negación de su estado real, aislamiento progresivo, depresión, cansancio, ansiedad y sentimientos de culpabilidad. Ante esta situación, el cuidador debería, en primer lugar, hacer una reflexión y darse cuenta de que tiene derecho a llevar una vida propia. Es importante que haga valer sus derechos como persona, aceptar la ayuda de los demás y delegar funciones.
Además, es fundamental que comunique al resto de la familia sus sentimientos y sus temores para hacerles partícipes del problema, y evitar sentirse culpable cuando se dedique tiempo a sí mismo. En este caso, lo mejor es hablarlo con especialistas para que le proporcionen apoyo emocional y también es una buena opción ponerse en contacto con otras personas que se encuentran en la misma situación para intercambiar impresiones. Los expertos aseguran por otra parte, que es fundamental que el cuidador mantenga sus relaciones sociales.
En la actualidad, existen asociaciones que prestan asistencia a los cuidadores poniendo a su alcance cursos de formación para cuidar correctamente al enfermo y asistencia psicológica para enseñarles a sobrellevar el problema. Este tipo de agrupaciones ofrecen al cuidador la posibilidad de compartir experiencias y comunicarse con otras personas que presentan la misma problemática, y le ayudan también en la mejora de su propio autocuidado, dos aspectos fundamentales para prevenir las consecuencias del síndrome del cuidador.
mnisebe@claringlobal.com.ar
Cuando hablamos de enfermedad, lo primero que se piensa es en las “personas enfermas”. Sin embargo, los especialistas aconsejan no olvidar a todos aquellos que dedican una parte muy importante de su tiempo a cuidarlas. Ellos son los encargados de las necesidades básicas y psicosociales del enfermo y pueden sufrir, según un estudio del Hospital Ramos Mejía, “una serie de problemas físicos, mentales, socioeconómicos y la alteración de su capacidad para atender a su asistido a causa de esta labor, definiendo la sobrecarga” o síndrome del cuidador.
Esta pérdida de salud en el “cuidador” presenta una sintomatología múltiple. Entre las áreas más afectadas están: el físico, ya que sufren cansancio, cefaleas y dolores articulares. En lo psíquico: depresión, trastornos del sueño, ansiedad e irritabilidad. En el área social: disminución o pérdida del tiempo libre, soledad y aislamiento. Y en el área laboral: absentismo y desinterés por el trabajo, entre otros. Todas estas alteraciones repercuten en la vida de la persona de tal forma que pueden llevarla a una situación en la que tendrá que dejar de ejercer su papel de cuidador.
Un estudio español sobre el perfil del cuidador afirma que “responde en su mayoría al de una mujer, principalmente hija de la persona atendida, con una edad media de 52 años. Sólo uno de cada diez hijos que se hacen cargo de sus progenitores es varón, una cifra muy inferior a la de los EE.UU. donde uno de cada cuatro hijos dedicados al cuidado de su familiar pertenece al sexo masculino”. Otro dato del informe es que un alto promedio de estas personas dedica más de 40 horas semanales al enfermo. Información más que importante a la hora de evaluar el síndrome, ya que como concluye el informe del Ramos Mejía, “el aumento de la cantidad de horas semanales incrementa el valor de la sobrecarga”.
Este particular fenómeno, básicamente estudiado en cuidadores de pacientes psiquiátricos, es un hecho frecuentemente ignorado por el equipo terapéutico, obviando de esta manera los efectos de esta influencia negativa en el desarrollo del tratamiento, afirma el estudio del Hospital Ramos Mejía. La detección precoz de la sobrecarga, destaca, permite la intervención del equipo de salud en la preservación de la salud del cuidador, identificando sus necesidades concretas. Y de esta manera preservar la salud del enfermo e incluso optimizar la labor del equipo que lo atiende.
Lo ideal, aconsejan los expertos es planificar, desde un primer momento, el futuro de la persona dependiente y/o enferma y el de la propia familia o entorno, pues si bien parece lógico que haya un “cuidador principal”, no debería permitirse la sobrecarga de éste. Para ello, las tareas y responsabilidades deberían estar repartidas. Pero si esto, por la circunstancia que fuera, no se hiciera desde un principio, es muy importante detectar en los cuidadores síntomas que nos hagan sospechar que esta persona puede estar empezando a presentar sobrecarga o que ya la tiene instaurada, e intervenir rápidamente para solucionar el problema.
Entre los principales indicios que presentan los cuidadores con sobrecarga se encuentran la agresividad constante contra los demás, tensión contra los cuidadores auxiliares porque no atienden al enfermo correctamente, impaciencia con el paciente, negación de su estado real, aislamiento progresivo, depresión, cansancio, ansiedad y sentimientos de culpabilidad. Ante esta situación, el cuidador debería, en primer lugar, hacer una reflexión y darse cuenta de que tiene derecho a llevar una vida propia. Es importante que haga valer sus derechos como persona, aceptar la ayuda de los demás y delegar funciones.
Además, es fundamental que comunique al resto de la familia sus sentimientos y sus temores para hacerles partícipes del problema, y evitar sentirse culpable cuando se dedique tiempo a sí mismo. En este caso, lo mejor es hablarlo con especialistas para que le proporcionen apoyo emocional y también es una buena opción ponerse en contacto con otras personas que se encuentran en la misma situación para intercambiar impresiones. Los expertos aseguran por otra parte, que es fundamental que el cuidador mantenga sus relaciones sociales.
En la actualidad, existen asociaciones que prestan asistencia a los cuidadores poniendo a su alcance cursos de formación para cuidar correctamente al enfermo y asistencia psicológica para enseñarles a sobrellevar el problema. Este tipo de agrupaciones ofrecen al cuidador la posibilidad de compartir experiencias y comunicarse con otras personas que presentan la misma problemática, y le ayudan también en la mejora de su propio autocuidado, dos aspectos fundamentales para prevenir las consecuencias del síndrome del cuidador.
El autismo llevado al cine:
Una de las peliculas llevadas al cine en 2008 sobre una persona diagnosticada con sindrome de asperger y no adaptada a un instituto
es BenX el cual vive sumergido su propia realidad ,en un juego de rol por ordenador con elcual compara y hace mas llevadera su vida, rodeada del tipico grupillo de personas que le haran bullying.
La idea de la pelicula es clara cuando no quiero y no puedo adaptarme a lo que los demas /el entorno me hace sentir, en la mayoria de los casos del trato de generar la sutil confusion al claro enfrentamiento del individuo hacia un atronador entorno
el personaje se refugia comparandose a si mismo en un entorno alucinatorio mas comodo para el en el que se encontrara mas seguro y sabe como responder.
La idea de la pelicula es clara cuando no quiero y no puedo adaptarme a lo que los demas /el entorno me hace sentir, en la mayoria de los casos del trato de generar la sutil confusion al claro enfrentamiento del individuo hacia un atronador entorno
el personaje se refugia comparandose a si mismo en un entorno alucinatorio mas comodo para el en el que se encontrara mas seguro y sabe como responder.
a ver si aclaro este ultimo punto , mediante el modelo
Estimulo Pensamiento Emocion Accion, modelo cognitivo conductual, en una exploracion realizada al paciente X, tras "tocar" los pensamientos que habian vinculados a las emociones que producian dichos recuerdos todos fueron respondidos con una respuesta "emocional logica" menos en cuanto se le pregunto por que era especial el dia de su boda, el respondio "porque sentia me queria todo el mundo" y al continuar explorando porque ahora se habia transformado este en un recuerdo doloroso grito "Mi abuela era una santa!!" en primer lugar aparentemente cuando su abuela llevaba ya 10 años muerta no tenia ninguna conexion un fenomeno con el otro pero despues de hablar con el me conto que habia oficiado la boda de forma reigiosa en honor a su abuela de quien guardaba un grato recuerdo y que todavia sentia como "viva" y por una promesa a una santa por ella,en este caso es como si las "vivencias" (que en el fondo con opiniones nuestras procesadas y grabadas a fuego en la memoria" pesasen mas que lo que opina uno, preparando su catequesis y confirmacion para poder casarse.sin embargo es curioso por que aunque habia duelo la respuesta no fue ambivalente, al contrario que otras respuestas emocionalmente logicas ante la misma pregunta se respondia a veces unas cosas y otras otra donde habia confusion de emociones provocada en la mayoria de los casos de la posible reaccion del entrevistador evitando el enfrentamiento.
En cierto modo haber tenido un matrimonio fallido o divorcio era como traicionar a su abuela. generando un nuevo miedo
pasado un largo tiempo tambien se ausento de su trabajo por que dijo que no podia mas o lo que era lo mismo traicionar a su familia, generando otro nuevo miedo.
es por ello que perdonando la reaccion negativa de los demas hacia uno mismo , perdona el sentimiento de culpa o traicion hacia los que en fondo ama.
Estimulo Pensamiento Emocion Accion, modelo cognitivo conductual, en una exploracion realizada al paciente X, tras "tocar" los pensamientos que habian vinculados a las emociones que producian dichos recuerdos todos fueron respondidos con una respuesta "emocional logica" menos en cuanto se le pregunto por que era especial el dia de su boda, el respondio "porque sentia me queria todo el mundo" y al continuar explorando porque ahora se habia transformado este en un recuerdo doloroso grito "Mi abuela era una santa!!" en primer lugar aparentemente cuando su abuela llevaba ya 10 años muerta no tenia ninguna conexion un fenomeno con el otro pero despues de hablar con el me conto que habia oficiado la boda de forma reigiosa en honor a su abuela de quien guardaba un grato recuerdo y que todavia sentia como "viva" y por una promesa a una santa por ella,en este caso es como si las "vivencias" (que en el fondo con opiniones nuestras procesadas y grabadas a fuego en la memoria" pesasen mas que lo que opina uno, preparando su catequesis y confirmacion para poder casarse.sin embargo es curioso por que aunque habia duelo la respuesta no fue ambivalente, al contrario que otras respuestas emocionalmente logicas ante la misma pregunta se respondia a veces unas cosas y otras otra donde habia confusion de emociones provocada en la mayoria de los casos de la posible reaccion del entrevistador evitando el enfrentamiento.
En cierto modo haber tenido un matrimonio fallido o divorcio era como traicionar a su abuela. generando un nuevo miedo
pasado un largo tiempo tambien se ausento de su trabajo por que dijo que no podia mas o lo que era lo mismo traicionar a su familia, generando otro nuevo miedo.
es por ello que perdonando la reaccion negativa de los demas hacia uno mismo , perdona el sentimiento de culpa o traicion hacia los que en fondo ama.
Autism Linked To Mirror Neuron Dysfunction
ScienceDaily (Apr. 18, 2005) — Seeing is doing -- at least it is when mirror neurons are working normally. But in autistic individuals, say researchers from the University of California, San Diego, the brain circuits that enable people to perceive and understand the actions of others do not behave in the usual way.
See Also:
According to the new study, currently in press at the journal Cognitive Brain Research, electroencephalograph (EEG) recordings of 10 individuals with autism show a dysfunctional mirror neuron system: Their mirror neurons respond only to what they do and not to the doings of others.
Mirror neurons are brain cells in the premotor cortex. First identified in macaque monkeys in the early 1990s, the neurons -- also known as "monkey-see, monkey-do cells" -- fire both when a monkey performs an action itself and when it observes another living creature perform that same action. Though it has been impossible to directly study the analogue of these neurons in people (since human subjects cannot be implanted with electrodes), several indirect brain-imaging measures, including EEG, have confirmed the presence of a mirror neuron system in humans.
The human mirror neuron system is now thought to be involved not only in the execution and observation of movement, but also in higher cognitive processes -- language, for instance, or being able to imitate and learn from others' actions, or decode their intentions and empathize with their pain.
Because autism is characterized, in part, by deficits in exactly these sorts of social interaction and communication skills, previous research has suggested that a dysfunctional mirror neuron system may explain the observed pathology. The current findings, the researchers say, lend substantial support to the hypothesis.
The UC San Diego team collected EEG data in 10 males with autism spectrum disorders who were considered "high-functioning" (defined as having age-appropriate verbal comprehension and production and IQs above 80) and 10 age- and gender-matched control subjects.
The EEG data was analyzed for mu rhythm suppression. Mu rhythm, a human brain-wave pattern, is suppressed or blocked when the brain is engaged in doing, seeing or imagining action, and correlates with the activity of the mirror neuron system. In most people, the mu wave is suppressed both in response to their own movement and to observing the movement of others.
Subjects were tested while they moved their own hands and while they watched videos of visual white noise (baseline), of bouncing balls (non-biologic motion) and of a moving hand.
As expected, mu wave suppression was recorded in the control subjects both when they moved and when they watched another human move. In other words, their mirror neuron systems acted normally. The mirror neurons of the subjects with autism spectrum disorders, however, responded anomalously -- only to their own movement.
"The findings provide evidence that individuals with autism have a dysfunctional mirror neuron system, which may contribute to many of their impairments -- especially those that involve comprehending and responding appropriately to others' behavior," said Lindsay Oberman, first author of the paper and UCSD doctoral student working in the labs of senior authors V.S. Ramachandran, director of the Center for Brain and Cognition, and Jaime Pineda, director of the Cognitive Neuroscience Laboratory.
The current study, the researchers say, adds to understanding the neural basis of autism and may point the way to early diagnosis and to potential therapies.
A first step, Ramachandran said, might be to test those individuals who seem to have a greater genetic likelihood of autism: the younger siblings of those already diagnosed.
Though EEG is not at present designed to measure the brain rhythms of low-functioning autistics -- whose many repetitive movements confound EEG signals and where mental retardation also plays a significant role in behavioral deficits -- it can be used as a tool for earlier diagnosis of high-functioning autistics, whose disorder today is typically not recognized until age 3 or 4 and often later.
Earlier diagnosis in turn could lead to earlier interventions. One therapeutic possibility suggested by the study's findings is biofeedback.
Pineda, who also works on a number of brain-computer interface projects, says that the mu rhythm is one that we most readily learn to control.
"We can learn to increase or decrease the strength of the mu signal at will. By imagining action, subjects are able to move a paddle in a computer game of 'Pong' after just four to six hours of practice," he said. "Because this rhythm is one that we have access to volitionally, it may prove useful in therapy."
Another possible therapy would involve ordinary mirrors. Ramachandran has successfully treated amputees who experience pain or paralysis in their missing, or "phantom," limbs by using a mirror reflection of their healthy limb to "trick" their brains into believing that the missing limb has been restored to pain-free motion. Since autistics' mirror neurons respond to their own motion, the researchers say, perhaps their brains can be induced to perceive their own reflected movements as the movements of another human being.
"We have a long way to go before these therapeutic possibilities are a reality, but we're that much closer now that we've linked autism to a specific region of the brain," said Ramachandran. "More than just documenting a brain anomaly in autism, we've been able to relate symptoms that are unique to the disorder -- loss of empathy and imitative skills -- to the function of a particular circuit, the mirror neuron system."
Other authors on the study are: Eric Altschuler, former UCSD postdoctoral researcher now at the Mt. Sinai School of Medicine in New York, who with Ramachandran and Pineda originally presented preliminary findings on mirror neuron dysfunction in one autistic child in 2000; Edward Hubbard, recent UCSD graduate now at the French National Institute of Health (INSERM) in Paris; and UCSD graduate student Joseph McCleery.
The team is now pursuing another, related line of research: Are mirror neurons involved in the ability to understand metaphors? Autistic individuals typically have difficulties with metaphors, often interpreting them literally, and the researchers believe this too may be connected to a dysfunctional mirror neuron system.
"Even as the clinical study of mirror neurons is giving us insights into autism and other disorders," Ramachandran said, "it is also giving us glimpses of a host of uniquely human -- and elusive -- mental capacities: making metaphors and passing on proverbs, to name just two."
What blame can tell us about autism
Neuroscientists find evidence that autistic patients have trouble understanding other people’s intentions.
In the mid-1980s, a team of autism researchers theorized that one of the major features of autism is an inability to infer the thoughts of other people. This skill, known as theory of mind, comes naturally to most people — we are constantly evaluating other people’s mental states and trying to determine what they know, what they want and why they are happy or sad, angry or scared.
Though there is much anecdotal evidence that this skill is impaired in autistic people, it has been difficult to show it experimentally in adults. Now, a study from MIT neuroscientists reveals that high-functioning autistic adults appear to have trouble using theory of mind to make moral judgments in certain situations.
Specifically, the researchers found that autistic adults were more likely than non-autistic subjects to blame someone for accidentally causing harm to another person. This shows that their judgments rely more on the outcome of the incident than on an understanding of the person’s intentions, says Liane Young, an MIT postdoctoral associate and one of the lead authors of the study, which appears in the Jan. 31 online edition of theProceedings of the National Academy of Sciences.
For example, in one scenario, “Janet” and a friend are kayaking in a part of the ocean with many jellyfish. The friend asks Janet if she should go for a swim. Janet has just read that the jellyfish in the area are harmless, and tells her friend to go for a swim. The friend is stung by a jellyfish and dies.
In this scenario, the researchers found that people with autism are more likely than non-autistic people to blame Janet for her friend’s death, even though she believed the jellyfish were harmless.
Young notes that such scenarios tend to elicit a broad range of responses even among non-autistic people. “There’s no normative truth as to whether accidents should be forgiven. The pattern with autistic patients is that they are at one end of the spectrum,” she says. Young’s co-lead author on the paper is former MIT postdoctoral associate Joseph Moran, now at Harvard.
Understanding others
Most children develop theory-of-mind ability around age 4 or 5, which can be demonstrated experimentally with “false-belief” tests. In the classic example, a child is shown two dolls, “Sally” and “Anne.” The experimenter puts on a skit in which Sally puts a marble in a basket and then leaves the scene. While Sally is away, Anne moves the marble from the basket to a box. The experimenter asks the child where Sally will look for the marble when she returns. Giving the correct answer — that Sally will look in the basket — requires an understanding that others have beliefs that may differ from our own knowledge of the world, and from reality.
Previous studies have shown that autistic children develop this ability later than non-autistic children, if ever, depending on the severity of the autism, says the study's senior author, John Gabrieli, the Grover Herman Professor of Health Sciences and Technology.
“High-functioning” autistic people — for example, those with a milder form of autism such as Asperger’s syndrome — often develop compensatory mechanisms to deal with their difficulties in understanding other people’s thoughts. The details of these mechanisms are unknown, says Young, but they allow autistic people to function in society and to pass simple experimental tests such as determining whether someone has committed a societal “faux pas.”
However, the scenarios used in the new MIT study were constructed so that there is no easy way to compensate for impaired theory of mind. The researchers tested 13 autistic adults and 13 non-autistic adults on about 50 scenarios similar to the jellyfish example.
Uta Frith, professor of psychology at the University College London’s Institute of Cognitive Neuroscience, was part of the team of scientists who published research in 1985 suggesting that children with autism have impairments of theory of mind. Frith says the new study offers strong support for that hypothesis.
“The study uses a novel test, the judgment of intentions in moral vignettes, to probe the theory. It is an excellent test because it detects poor mentalizing even in individuals with mild autism spectrum disorder who have learned to compensate for their difficulties in understanding mental states,” she says.
Building morality
In a 2010 study, Young used the same hypothetical scenarios to test the moral judgments of a group of patients with damage to the ventromedial prefrontal cortex (VMPC), a part of the prefrontal cortex (where planning, decision-making and other complex cognitive tasks occur).
Those patients understand other people’s intentions, but they lack the emotional outrage that usually occurs in cases where someone tries (but fails) to harm someone else. For example, they would more easily forgive someone who offers mushrooms he believes to be poisonous to an acquaintance, if the mushrooms turn out to be harmless.
“While autistic individuals are unable to process mental state information and understand that individuals can have innocent intentions, the issue with VMPC patients is that they could understand information but did not respond emotionally to that information,” says Young.
Putting these two pieces together could help neuroscientists come up with a more thorough picture of how the brain constructs morality. Previous studies by MIT assistant professor Rebecca Saxe (also an author of the new PNAS paper) have shown that theory of mind appears to be seated in a brain region called the right temporoparietal junction (TPJ). In ongoing studies, the researchers are studying whether autistic patients have irregular activity in the right TPJ while performing the moral judgment tasks used in the PNAS study.
Though there is much anecdotal evidence that this skill is impaired in autistic people, it has been difficult to show it experimentally in adults. Now, a study from MIT neuroscientists reveals that high-functioning autistic adults appear to have trouble using theory of mind to make moral judgments in certain situations.
Specifically, the researchers found that autistic adults were more likely than non-autistic subjects to blame someone for accidentally causing harm to another person. This shows that their judgments rely more on the outcome of the incident than on an understanding of the person’s intentions, says Liane Young, an MIT postdoctoral associate and one of the lead authors of the study, which appears in the Jan. 31 online edition of theProceedings of the National Academy of Sciences.
For example, in one scenario, “Janet” and a friend are kayaking in a part of the ocean with many jellyfish. The friend asks Janet if she should go for a swim. Janet has just read that the jellyfish in the area are harmless, and tells her friend to go for a swim. The friend is stung by a jellyfish and dies.
In this scenario, the researchers found that people with autism are more likely than non-autistic people to blame Janet for her friend’s death, even though she believed the jellyfish were harmless.
Young notes that such scenarios tend to elicit a broad range of responses even among non-autistic people. “There’s no normative truth as to whether accidents should be forgiven. The pattern with autistic patients is that they are at one end of the spectrum,” she says. Young’s co-lead author on the paper is former MIT postdoctoral associate Joseph Moran, now at Harvard.
Understanding others
Most children develop theory-of-mind ability around age 4 or 5, which can be demonstrated experimentally with “false-belief” tests. In the classic example, a child is shown two dolls, “Sally” and “Anne.” The experimenter puts on a skit in which Sally puts a marble in a basket and then leaves the scene. While Sally is away, Anne moves the marble from the basket to a box. The experimenter asks the child where Sally will look for the marble when she returns. Giving the correct answer — that Sally will look in the basket — requires an understanding that others have beliefs that may differ from our own knowledge of the world, and from reality.
Previous studies have shown that autistic children develop this ability later than non-autistic children, if ever, depending on the severity of the autism, says the study's senior author, John Gabrieli, the Grover Herman Professor of Health Sciences and Technology.
“High-functioning” autistic people — for example, those with a milder form of autism such as Asperger’s syndrome — often develop compensatory mechanisms to deal with their difficulties in understanding other people’s thoughts. The details of these mechanisms are unknown, says Young, but they allow autistic people to function in society and to pass simple experimental tests such as determining whether someone has committed a societal “faux pas.”
However, the scenarios used in the new MIT study were constructed so that there is no easy way to compensate for impaired theory of mind. The researchers tested 13 autistic adults and 13 non-autistic adults on about 50 scenarios similar to the jellyfish example.
Uta Frith, professor of psychology at the University College London’s Institute of Cognitive Neuroscience, was part of the team of scientists who published research in 1985 suggesting that children with autism have impairments of theory of mind. Frith says the new study offers strong support for that hypothesis.
“The study uses a novel test, the judgment of intentions in moral vignettes, to probe the theory. It is an excellent test because it detects poor mentalizing even in individuals with mild autism spectrum disorder who have learned to compensate for their difficulties in understanding mental states,” she says.
Building morality
In a 2010 study, Young used the same hypothetical scenarios to test the moral judgments of a group of patients with damage to the ventromedial prefrontal cortex (VMPC), a part of the prefrontal cortex (where planning, decision-making and other complex cognitive tasks occur).
Those patients understand other people’s intentions, but they lack the emotional outrage that usually occurs in cases where someone tries (but fails) to harm someone else. For example, they would more easily forgive someone who offers mushrooms he believes to be poisonous to an acquaintance, if the mushrooms turn out to be harmless.
“While autistic individuals are unable to process mental state information and understand that individuals can have innocent intentions, the issue with VMPC patients is that they could understand information but did not respond emotionally to that information,” says Young.
Putting these two pieces together could help neuroscientists come up with a more thorough picture of how the brain constructs morality. Previous studies by MIT assistant professor Rebecca Saxe (also an author of the new PNAS paper) have shown that theory of mind appears to be seated in a brain region called the right temporoparietal junction (TPJ). In ongoing studies, the researchers are studying whether autistic patients have irregular activity in the right TPJ while performing the moral judgment tasks used in the PNAS study.
Illuminating the brain
Neuroscientists’ new technique can stimulate brain cells, then reveal how those neurons influence the rest of the brain.Anne Trafton, MIT News Office
There are about 100 billion neurons in the human brain, and each one belongs to elaborate networks that control our behavior, thoughts and emotions. A message from a single neuron can have far-reaching consequences in other brain areas, but those connections are difficult to decipher with current technology.
To help map those networks, a team of researchers from MIT, Harvard, Boston University and Tufts University has now developed a way to selectively activate neurons in the awake mouse brain with light and then track the resulting activity in other brain regions, using a brain-scanning technique called functional magnetic resonance imaging (fMRI).
By comparing this data to human fMRI brain scans, researchers could learn a great deal about the underlying brain circuits involved in disorders such as epilepsy, schizophrenia, autism and post-traumatic stress disorder.
“In all of these cases, being able to link the human neuroimaging data to the actual circuit elements that generate those patterns could be very powerful,” says Edward Boyden, an associate professor in MIT’s Media Lab and co-senior author of a paper describing the new approach in the Dec. 15 online edition of the Journal of Neurophysiology.
Light control
The new technique, called opto-fMRI, builds on optogenetics — the genetic engineering of cells to respond to light, which allows scientists to selectively stimulate or silence individual nerve cells. Optogenetics was pioneered by the Boyden lab and colleagues over the past several years, and in 2010, the journal Nature Methods named it “Method of the Year.”
To create cells that can be controlled by light, the target cells are genetically engineered to produce proteins called channelrhodopsins, which sit in the cell membrane. Those channels control the flow of ions (charged molecules) into the cell. Pumping positive ions into a neuron changes its voltage, which then activates it.
Boyden, who is also an associate professor of brain and cognitive sciences and of biological engineering, realized that combining optogenetics with fMRI could allow him to not only control neurons, but also to determine how those neurons influence other targets in the brain. To make that connection, Boyden teamed up with Chris Moore, associate professor of brain and cognitive sciences at MIT and an expert in using fMRI to study sensory perception.
fMRI is a brain-imaging technique that allows scientists to see blood flow in the brain, which indicates activity in those regions. Neuroscientists use it to identify parts of the brain that are active during certain behaviors, or impaired in people with neurological disorders. fMRI enables the measurement of activity throughout the awake brain, providing the unique opportunity to assess a whole working brain at once.
Deciphering networks
The new paper marks the first time anyone has used optogenetics and fMRI to study awake mice. (A previous study looked at anesthetized animals.) Working with awake animals is more difficult because if the animal’s head is moving, the resulting MRI image will be blurry. To overcome that, the researchers created a new experimental setup in which they can secure the animal’s head in place during scanning.
“That’s a very big step, because otherwise you’re going to get very different answers, if you look at anesthetized animals only,” says Bruce Hope, senior scientist at the National Institute on Drug Abuse.
Boyden, Moore and colleagues also developed software that can analyze the fMRI data and calculate the underlying brain networks involved in the response. “That allows us to survey these neural networks in an unbiased way,” says Boyden. “We can drive a neuron and see what networks are downstream of it, which is really powerful.”
To test their system, the researchers inserted channelrhodopsins into neurons in the brain’s primary sensory cortex, which interprets sensations of touch and pain. Using fMRI, they found that after those neurons were activated with light, secondary sensory cortex, where additional sensory processing takes place, and primary motor cortex, which controls body movements, also became active. That result is consistent with a previously known neural circuit.
In future work, this technique could be used to study neurological conditions for which there is a lot of human fMRI data but little is known about the underlying neural circuits that control brain activity. Boyden believes this kind of work could eventually lead to new pharmaceuticals that target a specific circuit, rather than a specific molecule.
Many light sources
In the Journal of Neurophysiology study, Boyden used an implantable light source that directs light to only one target. However, in collaboration with MIT Vitesse Professor of Electrical Engineering and Computer Science Clif Fonstad, Boyden has also developed a probe that can deliver light to multiple sites. The new microfabricated device has 12 parallel light guides, each ending at a different spot, so they can be used to control different neurons.
Using this probe, described in a recent issue of the journal Optics Letters, each light source can be controlled separately. That could be important if this technology is ever developed into medical devices for humans. “From a prosthetics standpoint, the ability to enter information into multiple sites, while minimizing brain damage, is very valuable,” says Boyden.
In future studies, he would like to combine the new multiple-fiber probe with the fMRI techniques. This would allow scientists to create more comprehensive 3-D maps of the brain by measuring the roles of multiple regions in a circuit.
“We could perturb one site, observe which downstream sites are activated, and then perturb those downstream sites, iterating through the circuit in order to reveal how they all work together,” he says.
The lead authors on the studies are Mitul Desai and Itamar Kahn for the opto-fMRI paper, and Anthony Zorzos for the microfabricated waveguide paper. Other contributing authors to the studies include Ulf Knoblich, Jake Bernstein, Hisham Atallah, Aimei Yang, Nancy Kopell, Randy Buckner and Ann Graybiel.
To help map those networks, a team of researchers from MIT, Harvard, Boston University and Tufts University has now developed a way to selectively activate neurons in the awake mouse brain with light and then track the resulting activity in other brain regions, using a brain-scanning technique called functional magnetic resonance imaging (fMRI).
By comparing this data to human fMRI brain scans, researchers could learn a great deal about the underlying brain circuits involved in disorders such as epilepsy, schizophrenia, autism and post-traumatic stress disorder.
“In all of these cases, being able to link the human neuroimaging data to the actual circuit elements that generate those patterns could be very powerful,” says Edward Boyden, an associate professor in MIT’s Media Lab and co-senior author of a paper describing the new approach in the Dec. 15 online edition of the Journal of Neurophysiology.
Light control
The new technique, called opto-fMRI, builds on optogenetics — the genetic engineering of cells to respond to light, which allows scientists to selectively stimulate or silence individual nerve cells. Optogenetics was pioneered by the Boyden lab and colleagues over the past several years, and in 2010, the journal Nature Methods named it “Method of the Year.”
To create cells that can be controlled by light, the target cells are genetically engineered to produce proteins called channelrhodopsins, which sit in the cell membrane. Those channels control the flow of ions (charged molecules) into the cell. Pumping positive ions into a neuron changes its voltage, which then activates it.
Boyden, who is also an associate professor of brain and cognitive sciences and of biological engineering, realized that combining optogenetics with fMRI could allow him to not only control neurons, but also to determine how those neurons influence other targets in the brain. To make that connection, Boyden teamed up with Chris Moore, associate professor of brain and cognitive sciences at MIT and an expert in using fMRI to study sensory perception.
fMRI is a brain-imaging technique that allows scientists to see blood flow in the brain, which indicates activity in those regions. Neuroscientists use it to identify parts of the brain that are active during certain behaviors, or impaired in people with neurological disorders. fMRI enables the measurement of activity throughout the awake brain, providing the unique opportunity to assess a whole working brain at once.
Deciphering networks
The new paper marks the first time anyone has used optogenetics and fMRI to study awake mice. (A previous study looked at anesthetized animals.) Working with awake animals is more difficult because if the animal’s head is moving, the resulting MRI image will be blurry. To overcome that, the researchers created a new experimental setup in which they can secure the animal’s head in place during scanning.
“That’s a very big step, because otherwise you’re going to get very different answers, if you look at anesthetized animals only,” says Bruce Hope, senior scientist at the National Institute on Drug Abuse.
Boyden, Moore and colleagues also developed software that can analyze the fMRI data and calculate the underlying brain networks involved in the response. “That allows us to survey these neural networks in an unbiased way,” says Boyden. “We can drive a neuron and see what networks are downstream of it, which is really powerful.”
To test their system, the researchers inserted channelrhodopsins into neurons in the brain’s primary sensory cortex, which interprets sensations of touch and pain. Using fMRI, they found that after those neurons were activated with light, secondary sensory cortex, where additional sensory processing takes place, and primary motor cortex, which controls body movements, also became active. That result is consistent with a previously known neural circuit.
In future work, this technique could be used to study neurological conditions for which there is a lot of human fMRI data but little is known about the underlying neural circuits that control brain activity. Boyden believes this kind of work could eventually lead to new pharmaceuticals that target a specific circuit, rather than a specific molecule.
Many light sources
In the Journal of Neurophysiology study, Boyden used an implantable light source that directs light to only one target. However, in collaboration with MIT Vitesse Professor of Electrical Engineering and Computer Science Clif Fonstad, Boyden has also developed a probe that can deliver light to multiple sites. The new microfabricated device has 12 parallel light guides, each ending at a different spot, so they can be used to control different neurons.
Using this probe, described in a recent issue of the journal Optics Letters, each light source can be controlled separately. That could be important if this technology is ever developed into medical devices for humans. “From a prosthetics standpoint, the ability to enter information into multiple sites, while minimizing brain damage, is very valuable,” says Boyden.
In future studies, he would like to combine the new multiple-fiber probe with the fMRI techniques. This would allow scientists to create more comprehensive 3-D maps of the brain by measuring the roles of multiple regions in a circuit.
“We could perturb one site, observe which downstream sites are activated, and then perturb those downstream sites, iterating through the circuit in order to reveal how they all work together,” he says.
The lead authors on the studies are Mitul Desai and Itamar Kahn for the opto-fMRI paper, and Anthony Zorzos for the microfabricated waveguide paper. Other contributing authors to the studies include Ulf Knoblich, Jake Bernstein, Hisham Atallah, Aimei Yang, Nancy Kopell, Randy Buckner and Ann Graybiel.
Este metodo de laboratorio bien podria adaptarse a un tratamiento que tambien podria bien ser valido para personas con Parkinson.
Silencing the brain with light
MIT neuroengineers find a new way to quickly and reversibly shut off neurons with multiple colors of light, which could lead to new treatments for epilepsy and chronic pain.
Giving epilepsy patients an electric jolt to shut off out-of-control neuron firing during seizures is being explored as a way to treat the chronic brain disorder. New research from MIT now raises the possibility of silencing those seizures with light instead of electricity.
A team led by neuroengineer Edward Boyden has found a class of proteins that, when inserted into neurons, allow them to be turned off with rays of yellow-green light. The silencing is near instantaneous and easily reversible.
This kind of selective brain silencing, reported in the Jan. 7 issue of Nature, could not only help treat brain disorders but also allows researchers to investigate the role of different types of neurons in normal brain circuits and how those circuits can go wrong.
“We hope to enable a broad platform of molecular tools for controlling brain activity, thus enabling new general therapeutic tools, and new ways of studying brain function,” says Boyden, the Benesse Career Development Professor in the MIT Media Lab and an associate member of the McGovern Institute for Brain Research at MIT.
‘Clean and digital’
Boyden first demonstrated the use of light to reduce brain activity in 2007. However, the feat was performed in cells, not living animals, and the silencing was not as precise. In the new study, the researchers used a different protein — one that inhibits neurons more strongly, silences more brain tissue and can be repeatedly activated because it returns to its original state within milliseconds of light activation.
With the new protein, called Arch, brain silencing is “extremely clean and digital,” says Boyden. “The other one was more like a volume knob turning up and down.”
Boyden and his colleagues combined genetic and optical techniques to control neuron activity, a strategy that has come to be called “optogenetic.” First, they engineered brain cells of living mice to express the gene for the Arch protein, which functions as a proton pump, moving protons across the cell membrane to alter the cell’s voltage. The proton pumps are light-sensitive, so they pump protons out of cells when activated by yellow-green light. That lowers voltage inside the cells, silencing their firing.
In their previous work, the researchers used a light-sensitive chloride pump called halorhodopsin, which changes neurons’ voltage by pumping chloride ions into the cell. However, they weren’t satisfied with it and started looking for a better chloride pump, examining proteins from a range of bacteria, plants and fungi. They couldn’t find a chloride pump that offered the kind of control they were seeking, but discovered the new Arch proton pump in a strain of archaebacteria called Halorubrum sodomense that lives in the Dead Sea.
“This is the result of mining the wealth of the natural world — genomic diversity and ecological variation — to discover new tools that can empower scientists to study complex systems like the brain,” says Boyden. “We're using natural tools isolated from the wild to help us understand how neural circuits work.” This strategy has long been used in molecular and cellular biology, resulting in tools like restriction enzymes, PCR and GFP, but Boyden's work only recently has been applied to tackle complex systems-level biological problems.
One major advantage of the new pumps is that they can be used over and over again: They recover their ability to be light-activated within seconds, rather than the minutes required for the old tool, halorhodopsin, to reprime itself. That is critical to neuroscientists who want to study the role of particular cell types in different tasks, says Edward Callaway, professor of systems neurobiology at the Salk Institute, who was not involved in the research.
“If you have to wait a long time to get recovery, you just can’t compare different conditions quickly,” says Callaway, who studies vision-processing circuits in the brain. The new channels offer a “much more practical” way to use optogenetics for animal studies such as testing which neurons are involved in different visual tasks, he says.
To achieve brain silencing in mice, the researchers implanted an externally controllable light source inside the mice’s brains. While the current device requires mice to be wired up to an external control, the researchers are designing a fully wireless system.
Boyden's group, working with the Desimone lab at the McGovern Institute at MIT, is now performing pre-clinical testing of this approach in non-human primates, to assess its safety as a potential therapy for epilepsy, chronic pain and post-traumatic stress disorder. The team has also developed, in collaboration with other groups at MIT, hardware for optical neural stimulation, which could be valuable for neural prosthetic purposes.
The MIT researchers have also discovered other proton pumps activated by different colors of light, combining these pumps with previously discovered tools allows researchers to selectively silence different brain regions using red and blue light. “One beautiful thing about this is we can inactivate different projections in the same brain,” says Boyden.
In future studies, the researchers plan to use their neuron-silencing tools to examine the neural circuits of cognition and emotion, and to determine whether the new pumps are safe and effective in monkeys — a critical step toward potentially using optical control to treat human diseases.
Listen to Ed Boyden talk about this research with the National Science Foundation
Clip 1
Clip 2
A team led by neuroengineer Edward Boyden has found a class of proteins that, when inserted into neurons, allow them to be turned off with rays of yellow-green light. The silencing is near instantaneous and easily reversible.
This kind of selective brain silencing, reported in the Jan. 7 issue of Nature, could not only help treat brain disorders but also allows researchers to investigate the role of different types of neurons in normal brain circuits and how those circuits can go wrong.
“We hope to enable a broad platform of molecular tools for controlling brain activity, thus enabling new general therapeutic tools, and new ways of studying brain function,” says Boyden, the Benesse Career Development Professor in the MIT Media Lab and an associate member of the McGovern Institute for Brain Research at MIT.
‘Clean and digital’
Boyden first demonstrated the use of light to reduce brain activity in 2007. However, the feat was performed in cells, not living animals, and the silencing was not as precise. In the new study, the researchers used a different protein — one that inhibits neurons more strongly, silences more brain tissue and can be repeatedly activated because it returns to its original state within milliseconds of light activation.
With the new protein, called Arch, brain silencing is “extremely clean and digital,” says Boyden. “The other one was more like a volume knob turning up and down.”
Boyden and his colleagues combined genetic and optical techniques to control neuron activity, a strategy that has come to be called “optogenetic.” First, they engineered brain cells of living mice to express the gene for the Arch protein, which functions as a proton pump, moving protons across the cell membrane to alter the cell’s voltage. The proton pumps are light-sensitive, so they pump protons out of cells when activated by yellow-green light. That lowers voltage inside the cells, silencing their firing.
In their previous work, the researchers used a light-sensitive chloride pump called halorhodopsin, which changes neurons’ voltage by pumping chloride ions into the cell. However, they weren’t satisfied with it and started looking for a better chloride pump, examining proteins from a range of bacteria, plants and fungi. They couldn’t find a chloride pump that offered the kind of control they were seeking, but discovered the new Arch proton pump in a strain of archaebacteria called Halorubrum sodomense that lives in the Dead Sea.
“This is the result of mining the wealth of the natural world — genomic diversity and ecological variation — to discover new tools that can empower scientists to study complex systems like the brain,” says Boyden. “We're using natural tools isolated from the wild to help us understand how neural circuits work.” This strategy has long been used in molecular and cellular biology, resulting in tools like restriction enzymes, PCR and GFP, but Boyden's work only recently has been applied to tackle complex systems-level biological problems.
One major advantage of the new pumps is that they can be used over and over again: They recover their ability to be light-activated within seconds, rather than the minutes required for the old tool, halorhodopsin, to reprime itself. That is critical to neuroscientists who want to study the role of particular cell types in different tasks, says Edward Callaway, professor of systems neurobiology at the Salk Institute, who was not involved in the research.
“If you have to wait a long time to get recovery, you just can’t compare different conditions quickly,” says Callaway, who studies vision-processing circuits in the brain. The new channels offer a “much more practical” way to use optogenetics for animal studies such as testing which neurons are involved in different visual tasks, he says.
To achieve brain silencing in mice, the researchers implanted an externally controllable light source inside the mice’s brains. While the current device requires mice to be wired up to an external control, the researchers are designing a fully wireless system.
Boyden's group, working with the Desimone lab at the McGovern Institute at MIT, is now performing pre-clinical testing of this approach in non-human primates, to assess its safety as a potential therapy for epilepsy, chronic pain and post-traumatic stress disorder. The team has also developed, in collaboration with other groups at MIT, hardware for optical neural stimulation, which could be valuable for neural prosthetic purposes.
The MIT researchers have also discovered other proton pumps activated by different colors of light, combining these pumps with previously discovered tools allows researchers to selectively silence different brain regions using red and blue light. “One beautiful thing about this is we can inactivate different projections in the same brain,” says Boyden.
In future studies, the researchers plan to use their neuron-silencing tools to examine the neural circuits of cognition and emotion, and to determine whether the new pumps are safe and effective in monkeys — a critical step toward potentially using optical control to treat human diseases.
Listen to Ed Boyden talk about this research with the National Science Foundation
Clip 1
Clip 2
Comments |
|
|
|
|
|
|
13 enero 2010 a las 3:06 pm
~
13 enero 2010 a las 6:48 pm
Hace un año o un poco más un amigo me pidió ayuda económica porque se había quedado parado, este amigo era inmigrante latinoamericano, me pidió no creas que poco, sino bastante dinero, él me prometió que me iba a hacer feliz. Lo estuve esperando casi todos los meses, cinco meses, pero sólo vino a verme dos veces, después se fue a su país también porque yo le había dado dinero para que fuera a ver a su madre. Pero él al volver no quería saber nada de mí, me dijo que sólo teníamos una relacion de dinero y que ya me pagaría. Aprovechó mi alteración nerviosa en que yo se lo conté a algunos amigos comunes para agredirme así, ni mi llanto le conmovió. Sino que desde el principio empezó a agredirme con palabras, cambió el telefono para que no le llamase, y me sometió a una situación de violencia de género psicológica.
Lo cierto es que él por su idiosincrasia cultural, no quería aceptarme, porque él lo que quería era estar con más mujeres, y tener libertad, por eso me rechazó porque vio que yo me había enamorado de él, este verano incluso me dijo que me iba a poner dinero, y chateamos, el me decía que tuviéramos así por el chat una relacion, pero no quería venir a verme, porque yo le había dejado mal con los amigos, pero no era por eso, era porque el era muy orgulloso y creía que podía imponer y seguir imponiendo a los demás su forma de vida, como si antes de la crisis. Ultimamente en navidades me enteré por amigos comunes que se había echado una novia “formal”, me dijeron, y entonces yo me puse muy violenta con ellos y también con él, pero mi reacción fue solamente a través de mis mensajes por internet.
A partir de todo esto, yo me puse a luchar por mí misma e intenté inventar una nueva forma de ganar dinero, me metí en un simulador de bolsa y estuve durante 5 meses aprendiendo a manejar los mecanismos de la bolsa de chicago en el mercado de futuros, yo ya había leído 3 libros, también por medio de radio nacional. Desde diciembre pasado empecé ya a jugar en tiempo real a la bolsa, iniciándome en esta aventura y he tenido no sé si la suerte del principiante pero empecé ganando dinero y recuperando casi todo el dinero que mi amigo me había estafado.
Lo que pasa es que ahora estoy en un periodo de agotamiento mental y han aparecido nuevos movimientos en la bolsa, que me han condicionado a cambiar las estrategia, pero creo que voy a seguir adelante, porque he aprendido bien la técnica, tan sólo debo de aprender a no agotarme tanto.
Bueno, pues todo esto lo he conseguido como tú dices Elsa, con optimismo, con ese algo innato que nos ayuda a sair adelante en las situaciones difíciles.
Y también te diré que he seguido hablando con mi amigo, que no se ha cortado la comunicación, aunque él no quiera volver, o quizá se lo piensa, porque la vida es dificil tambien para el. Pero no he cortado la comunicación porque siempre ha habido algo de esperanza, y porque siempre el ha tenido algun gesto conmigo, sé que él se ha portado como un perverso conmigo. Aún así me gustaría encontrar el amor, o una segunda oportunidad de esas que tú hablas Elsa, porque no sé por mi forma de ser, me cuesta mucho buscar y encontrar a una persona, y es muy dura la vida como tu dices. Y me he visto sola pues mis padres ya han fallecido, en medio de tantos problemas. Y me cuesta porque soy una persona introvertida, pero paradójicamente el hecho de refugiarme en mí eso me ha hecho encontrar muchas ideas, muchos matices en la vida donde yo me he refugiado, porque tengo una vida mental muy amplia, creo.
~
15 enero 2010 a las 5:40 pm
5 febrero 2010 a las 11:34 pm