Las leyendas, historias y tradiciones nos cuentan hechos, transmitidos de generación en generación, que no han pasado por el tamiz riguroso del documento y la cátedra. En muchas ocasiones mezclan historia y realidad, pero constituyen buena parte de la esencia de un lugar.
El Martirio de los Santos Niños, Justo y Pastor, Patronos de la Ciudad.
A comienzos del siglo IV, el emperador de Roma Diocleciano dictó la prohibición del cristianismo, y su gobernador en Hispania, Daciano, se mostró dispuesto a hacerla cumplir. En la vieja Complutum hispano romana, dos niños pequeños, de 7 y 9 años, Justo y Pastor, hijos de un tal Vidal, mártir en Italia, se mostraron dispuestos a decirle al gobernador que ellos no pensaban renunciar al cristianismo. Acudieron al palacio de Daciano, se lo dijeron a los soldados de la puerta, a los capitanes de la guardia y al propio gobernador. Les riñeron, les azotaron, les encarcelaron. Y ellos siguieron tan empeñados en decir que querían seguir siendo cristianos que, al fin, se los llevaron lejos, a las afueras de la ciudad y, en medio del campo, apoyadas sus cabezas sobre una piedra blanca, les cercenaron la cabeza. Era el 6 de agosto del año 306. El pueblo se amotinó en protesta. Pero la leyenda ya había nacido: los Santos Niños, Justo y pastor, fueron enterrados y nadie más supo del lugar del martirio.
Un siglo más tarde, un Santo obispo llamado Asturio recibió la revelación del lugar de aquel antiguo episodio. Acudió a Complutum, buscó el Campo Laudable, encontró la piedra del martirio y, junto a ella, los restos de los santos infantes. Así, levantó en aquel lugar una 'cella martyris', embrión del consecuente templo de San Justo, y de la actual Catedral alcalaína. Precisamente en la Catedral, en la cripta de la girola, se conserva la piedra, y en una urna de plata los restos de los mártires, así como sus imágenes de valientes muchachitos hispanos.
Han pasado exactamente 1700 años desde que sucedieron los hechos narrados, en los que la historia y la tradición se aúnan de manera indisoluble, aniversario que la ciudad de Alcalá celebra con un magnífico Año Jubilar que conmemora el martirio de Justo y Pastor y la creación hace 1600 años de la Diócesis Complutense.
La Cueva de los Gigantones.
En el cerro de la Vera Cruz, uno de los que arropan a Alcalá por el oriente, aparece la entrada a una oscura y profunda cueva que se dice llega hasta Guadalajara por un lado y por otro hasta el Castillo de Santorcaz. Siempre dijeron las gentes que estaba habitada por seres de tamaño gigantesco. La leyenda se amplió cuando se dijo que una vez se ocultó allí una cerda, que fue herida y acuchillada por los moros que dentro de allí vivían, y que emitió tales gruñidos que cuantos desde fuera los oyeron llegaron a la conclusión que en aquel antro subterráneo, además de gigantes y de moros, habitaban demonios. Todo un conjunto de seres fantásticos ocupando la oscuridad del subsuelo alcalaíno.
La Virgen del Val.
La virgen del Val, Patrona de la ciudad, Alcaldesa Perpetua y Doctora por la Universidad de Alcalá. Su origen se remonta al otoño de 1184, cuando un labrador que trabajaba junto al Henares cayó al río y sintió que las aguas le llevaban, y que moriría. En el trance notó que una mano, la de la Virgen con su Hijo, le sacaba de las aguas y le salvaba. Quiso saber donde estaba tal Señora y no la halló. Días después, arando su campo de nuevo, encontró una dificultad al paso de los bueyes y el arado. Intentó buscar el impedimento, y encontró hundida en la tierra una hornacina con una imagen de la Virgen que le sonreía. La llevó a casa de sus amos, que la pusieron en su habitación, pero al día siguiente ya no estaba. Buscaron por todas partes y, finalmente, comprobaron que la imagen de la Virgen estaba ahora en lo alto de un árbol, mirándolos. El mensaje estaba claro: la madre de Dios, aparecida en el agua, en la tierra y el aire, quería estar allí, junto al río, en el valle del Henares, por lo que se le construyó una pequeña ermita y se la denominó del Val. Así, siglos y siglos han pasado, y los alcalaínos han tenido siempre a esta imagen por su patrona y señora. Su ermita situada en la ribera del Henares, es lugar de peregrinación y devoción popular.
La Profecía del Pozo.
Dicen que San Vicente Ferrer, predicador incansable, visitó en 1412 la villa de Alcalá. A su paso por el lugar, soltó esta frase: 'Complutum puteus iniquitatum', que viene a decir: “Alcalá será arrojada a un pozo”, porque no fue bien recibido por las gentes de su señor, el arzobispo Toledano, Pedro de Luna. Y así ocurrió que mucho después, a mediado del siglo XV, hubo en Alcalá unas jornadas de lluvia tales que supusieron la inundación total de la villa por las aguas del Henares y de sus afluentes. En esa ocasión fue un fraile del convento de Santa María de Jesús, el Futuro San Diego de Alcalá, quien con celeste inspiración y un hierro terminado en punta golpeó por tres veces en el centro del patio del cenobio, abriéndose allí una gran boca por donde se fue, no sabemos dónde, toda el agua que anegaba la villa. Luego se enseñaba este agujero como milagroso y complementario de la profecía. El caso es que Alcalá volvió a sufrir inundaciones, y unas veces se fue el agua por el agujero del convento de los franciscanos, y otras, se secó al sol.
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